«Adiós a Monica Vitti, adiós a la reina del cine italiano. Hoy es un día realmente triste. Desaparece una gran artista y una gran italiana» se lee en un comunicado difundido esta mañana por Dario Franceschini, Ministro de la Cultura de Italia, después del anuncio de la muerte, a sus 90 años, de María Luisa Ceciarielli, en arte Monica Vitti.

 

Hay amores que nunca se acaban y este es el caso de Vitti: no obstante su permanencia alejada de la escena pública por más de 20 años, debido a una enfermedad degenerativa, nunca ha dejado de ser amada por su público y sus colegas y de ser un ícono del cine italiano – del gran cine italiano – en todo el mundo.

 

Monica Vitti nace en Roma en 1931 y a los 14 años, mientras el mundo contemplaba horrorizado los últimos resoplidos de la Segunda Guerra Mundial, ella pisa por primera vez un escenario, en el papel de una anciana señora en la obra “La Nemica”, ganándose la ovación del público y el respeto de la crítica. Así empieza su grandiosa carrera, en la Italia de la posguerra y del Neorrealismo.

 

A los 22 años, Monica Vitti se gradúa en la Academia Nacional de Arte Dramático de la capital italiana y 5 años después, en una farsa de Feydeau, impresiona al cineasta Michelangelo Antonioni que desde entonces la elige como su Musa, dando un giro a su carrera e introduciéndola al cine más intelectual. Gracias a su memorable auto-ironía, su inteligencia brillante, sus tiempos cómicos perfectos, su mirada intensa y su inconfundible voz, supo dar un color distinto a los clásicos de Shakespeare, Moliére o Brecht. Poco después, llegarían sus papeles más recordados: “La aventura” (1960) -su debut en Cannes-, “La noche” (1961) y “El eclipse” (1962) forman la llamada “Trilogía de la incomunicación” un mosaico de sentimientos y silencios con el que llegó a la fama internacional, y de nuevo con “El desierto rojo” (1964) con que Antonioni gana el León de Oro a Venezia.

 

 

Los aires estaban cambiando en el cine italiano y se estaba afirmando un nuevo género icónico del séptimo arte, perfecto para las características actoriales de Monica Vitti (¿o bien todo lo contrario?): la “commedia all’italiana”. Fue amor a primera vista.

 

Vitti enamoró al público con cintas como “La ragazza con la pistola” (1968), de Mario Monicelli; “El demonio de los celos” (1970) de Ettore Scola, y “El cinturón de castidad” (1967) o “Amor mío, ayúdame” (1969), de Alberto Sordi, con quien fraguaría una amistad eterna. Emblema de mujer empoderada y emancipada en un momento histórico en que el cine italiano era dominado por figuras como Gassmann, Mastroianni, Tognazzi, Manfredi y Sordi, supo siempre estar a la altura y en algunos casos – por qué no – hacer sombra a estos gigantes de la cinematografía italiana.

 

Monica Vitti realizó una extraordinaria carrera con más de cincuenta películas e infinidad de premios, entre ellos 12 Globos de Oro (dos de los cuales por Lifetime Achievement) y un Ciak Golden Lion por Lifetime, cinco premios David di Donatello (los premios cinematográficos italianos) como Mejor Actriz, así como un León de Oro a toda una carrera en el Festival de Venecia de 1995. Fue una actriz con mil registros, capaz de interpretar infinidad de papeles, abarcando todo el espectro de las emociones.

 

Antes de retirarse de la vida pública a causa de su enfermedad, velada con celo por su entorno y por todo el pais, se había dedicado a enseñar a los jóvenes intérpretes en la Academia de Roma, donde ella empezó.

 

Expresamos nuestra devoción y un  homenaje a esta “antidiva” del cine italiano de oro, actriz ingeniosa, popular, inteligente, enigmática, divertida, una referente imprescindibles para todas las que la sucedieron, que contribuye a la inmortalidad del cine italiano.