Hace un siglo, el 9 de diciembre de 1920, nacía en Livorno Carlo Azeglio Ciampi; economista, político italiano y, sobre todo, décimo presidente de la República Italiana, de mayo de 1999 a mayo de 2006.

 

En septiembre de 2016, a los 95 años Carlo Azeglio Ciampi fallecía;  sin embargo el recuerdo de su estatura política y moral es ahora más necesario que nunca dada la situación de emergencia que padecen Italia y el mundo.

 

En sus comienzos Ciampi, antes de ser político, fue banquero, llegando a ocupar el cargo de gobernador del Banco de Italia de 1979 a 1993, año en el cual  inició su carrera como hombre de gobierno asumiendo el cargo de presidente del Consejo de los Ministros.

 

Sin embargo, más allá de los numerosos cargos que ha ocupado Ciampi a lo largo de la historia reciente de Italia -incluido el de Ministro de Hacienda, Presupuesto y Planificación Económica contribuyendo a la consecución de los parámetros establecidos por el Tratado de Maastricht y permitiendo así que Italia adhiriese al euro desde su creación– aquel el cual pudo dejar una huella imborrable en el desarrollo democrático del país fue sin duda la presidencia de la República.

 

 

Era el 13 de mayo de 1999 y Carlo Azeglio Ciampi, en la primera ronda de votaciones y por amplia mayoría, fue elegido presidente de la República. Siete años de mandato, hasta mayo de 2006, caracterizados por un profundo compromiso en apoyo a los principios de unidad e identidad nacional, arraigados en los valores y la pasión civil que distinguieron al Risorgimento y que, posteriormente, animaron la lucha por la liberación de Italia del nazi-fascismo.

 

De la Resistencia, de hecho, Ciampi reiteró constantemente el carácter de vasto movimiento del pueblo que involucraba los sentimientos y la solidaridad de la mayoría de los italianos, civiles y militares. Íntimamente vinculado a esta convicción estaba la apelación constante y profunda a los principios fundamentales de la Constitución republicana como patrimonio común del pueblo italiano.

 

Ciampi fue también un convencido defensor de la necesidad de consolidar los cimientos de la Unión Europea no solo desde el punto de vista económico, sino sobre todo con el objetivo de transformar Europa en una entidad política unitaria, capaz de desempeñar, con autoridad, el papel de fuerza de paz en el mundo.

 

 

Un ideal poderoso que iba más allá del mero hecho monetario, como relata su antiguo colaborador Francesco Alfonso en el Corriere della Sera: «Insistió en la representación del Hombre de Vitruvio de Da Vinci en el Euro, lo que significaría que la moneda habría en su centro el hombre «.

 

Y aquí está la importancia del recuerdo; porque esta idea profundamente humanista, que quizás es la que más caracterizó al presidente Carlo Azeglio Ciampi, es precisamente la que hoy es necesario redescubrir y profundizar.

 

Porque el humanismo será la piedra angular para iniciar un nuevo renacimiento pospandémico, en el cual el ser humano se tendrá que convertir el eje de las actividades sociales, políticas y económicas que lo rodean.