En ocasión del Conversatorio de ayer para recordar al gran Enzo Mari, el arquitecto Stefano Pujatti – embajador del diseño italiano para el Italian Design Day 2020 en Chile – nos deja sus reflexiones sobre la observación, belleza e innovación a la hora de dar rienda suelta a la creatividad.

 

En 2002, nombrado licenciado honoris causa en Artes Visuales por la Academia de Bellas Artes Brera de Milán, Enzo Mari recordó que se trataba del segundo reconocimiento tras la licenciatura en Diseño Industrial que le otorga la Facultad de Arquitectura del Politécnico de Milán. «Extraño destino para alguien a quien le hubiera gustado dedicarse a la ciencia», bromea el Maestro. «No sabía nada de arte y mucho menos de diseño cuando comencé mi carrera. Sin embargo, siempre me ha conquistado la belleza de lo que vi: Giotto, Piero Della Francesca, Michelangelo, Masaccio. Y de la fuerza de las cosas bien hechas. Cuando me acerqué al diseño por primera vez, quise hacerlo con un principio de determinación: el de entender cómo hacer que las cosas funcionen bien»*

*La profesión del diseñador entre industria y sociedad, lección de Enzo Mari

Tomando esa oración como punto de inicio, pedimos al arquitecto Stefano Pujatti sus reflexiones sobre el significado del acto creativo.

 

Buenas tardes Stefano, comencemos desde el principio, es decir cuáles son las razones que llevaron a dedicarte a la arquitectura.

 

Siempre he admirado a las personas que sabían usar sus manos para producir algo. Los agricultores que saben podar las plantas para que broten de la mejor manera posible en primavera, los carpinteros que, a partir de un trozo de madera, optimizando las operaciones, producen un objeto o un mueble, los albañiles que con gran precisión logran hacer un muro partiendo de las piedras lisas de un arroyo.

Este placer mío de observar las operaciones del hacer, un día encontró la sorpresa de la arquitectura contemporánea a través de dos edificios de hormigón armado diseñados por mi maestro, Gino Valle. Como todas las buenas arquitecturas, también estas dos obras, la sede de la empresa Zanussi en Porcia y de la Municipalidad  de Fontanafredda, provocaron discusión y fueron vistas por la mayoría como intervenciones obscenas en un paisaje histórico y homogéneo. Por alguna razón, me di cuenta de su valor y de esa capacidad de dialogar, sin mimetismo, con el mundo que los rodea. Ese día me di cuenta de que iba a ser arquitecto.

 

 

Dos palabras claves: belleza e innovación. ¿cómo se conjugan en tu trabajo?

 

Soy arquitecto porque me gusta proyectar, diseñar, del latín «proiectare», significa lanzar algo hacia delante. Para mí, como arquitecto, significa plantear una idea para que se encuentre con un mundo que aún no conocemos, ayudándonos a descubrirlo. Por lo tanto, cuando diseñamos debemos aceptar el hecho de que habrá sorpresas y que estas no siempre serán positivas. Busco la belleza en todo lo que decido observar y estudiar y muchas veces la encuentro en los mecanismos ocultos del funcionamiento de las cosas. Creo que la innovación solo puede ocurrir si aceptamos los riesgos de «proyectar» y que esto es fruto de la curiosidad y del estudio del viaje que hace lo que nos depara.

 

Y finalmente, ¿tienes algún consejo en particular para quienes se están formando en el mundo del diseño?

 

Mi único consejo se resume en estas palabras: NO LO SÉ, creo que solo partiendo de estas palabras se pueden eliminar los prejuicios y cada vez se puede empezar de cero para descubrir esas oportunidades que todo proyecto reserva.