Con el nuevo año empezamos un recorrido por una serie di ciudades italianas menos famosas que Roma, Venecia, Florencia o Milan, pero de gran interés histórico, panorámico y artístico. Hoy vamos a descubrir la ciudad de Trieste, en el extremo noreste del país. Partimos de sus cafés, parte esencial de una ciudad cargada de historia donde la presencia de tantas comunidades -ortodoxa serbia, griega, eslovena, judía (allí se encuentra la sinagoga más grande de Italia), armenia, protestante y musulmana- está tan arraigada que se mezcla en los platos típicos de la ciudad, dando lugar a continuas fiestas y celebraciones, incluso a un calendario que las recoge todas, como el editado por Alexandros Delithanassis, de origen griego, propietario durante algunos años de uno de los locales más bellos de la ciudad: el Antico Caffè San Marco.

La cultura, con el café, es la otra tarjeta de visita. Trieste es una ciudad literaria y aquí se está construyendo un museo de literatura, frente a la estatua de Italo Svevo, que nació en la plaza Attilio Hortis en 1861 y donde ambientó sus novelas.

 

El redescubrimiento turístico de Trieste pasa también por las exposiciones de arte, las del palacio decimonónico del barón Pasquale Revoltella (1795-1869), personalidad ilustre de la ciudad, economista, empresario y uno de los primeros accionistas de Assicurazioni Generali, consejero de Lloyd Austriaco, a quien debemos también un fuerte compromiso con la apertura del Canal de Suez en 1869, decisiva para el desarrollo económico de Trieste vinculado al tráfico marítimo.

 

Cerca del mar encontramos el Salone degli Incanti, hoy Centro de Exposiciones de Arte Moderno y Contemporáneo en la Riva Nazario Sauro, un edificio Art Nouveau de la década de 1910 que fue en su día el mercado central de pescado del puerto de Trieste (los pulpos esculpidos en la fachada lo recuerdan, al igual que la torre que antaño distribuía agua de mar a los mostradores de pescado y ahora abastece los tanques del Acuario). Es un ejemplo del estilo que se alterna al dominante estilo neoclásico de la ciudad.

 

 

 

No podíamos terminar este breve recorrido por la ciudad de Trieste sin mencionar su cocina que refleja todo el mestizaje triestino: platos húngaros, austriacos y carniceros se mezclan en la mesa. Jota, «la sopa de la Bora», con su «gracia gruñona», como decía el escritor Saba, una receta muy antigua a base de chucrut, alubias, patatas y carne de cerdo ahumada perfumada con Kümmel, es un punto de partida, se hace en casa, es popular en los «buffets», las típicas trattorias populares de Trieste. Se alterna con pasta e fasoi caracterizados por el disfrito, el roux a base de aceite y harina que se tuesta hasta que se dora y se espolvorea por encima.  Continúa con especialidades como los gnocchi de susini  que llevan una ciruela entera en su interior.

(fuente ANSA)