La empresa italiana Maschio Gaspardo, que factura 390 millones de euros, produce maquinaria agrícola en Ucrania. Tras el comienzo de la guerra, la fábrica se trasladó al oeste y desde Italia se hizo todo lo posible por encontrar hogares para las familias de los empleados.

 

Justo antes del inicio del conflicto, hace un año, «teníamos ambiciosos planes para invertir en el mercado ucraniano. Mi hermano Andrea, presidente de Maschio Holding, que lleva mucho tiempo en este mercado, acababa de presentar un proyecto para construir una nueva sede en Kiev», recuerda Mirco Maschio, presidente de la empresa véneta.

 

Entonces empezó el conflicto: Maschio Gaspardo, multinacional italiana especializada en maquinaria agrícola de alta tecnología para labranza, siembra, protección de cultivos, henificación y fertilización de campos, optó por quedarse.

 

Por tanto, era necesario reinventar la forma de operar. «Después del 24 de febrero», dice Mirco Maschio, «todo nuestro sistema se puso a prueba, teniendo en cuenta que teníamos una sucursal y un almacén en Kiev.»

 

En el caso de Maschio Gaspardo, operar en tiempos de guerra significó guiarse por tres reglas: flexibilidad, capacidad de optimización y una gran determinación de permanencia para mantener la cuota de mercado en un sector que, señala el presidente de esta empresa presente en 144 países con una marcada vocación exportadora (85% de la facturación), tiene un gran potencial de crecimiento.

 

«Lo primero que hicimos fue ocuparnos de las familias de nuestros 18 empleados ucranianos que huyeron de Kiev, dándoles alojamiento y comida en Italia. Mientras tanto, intentamos mantener la sucursal en funcionamiento de forma segura».

 

Al igual que han hecho muchas empresas ucranianas para sobrevivir, Maschio Gaspardo ha trasladado sus operaciones a las regiones occidentales del país, donde las sirenas suenan casi todos los días pero los cohetes caen esporádicamente.

 

«Desde Italia siempre intentamos estar en contacto directo con nuestros colegas ucranianos. Estudiamos cuál era la mejor manera de prestar ayuda a los agricultores que seguían trabajando. Al mismo tiempo, intentamos poner a nuestro personal en las mejores condiciones para trabajar. A distancia. No fue fácil cargar y descargar equipos y piezas de repuesto.»

 

A pesar de las dificultades económicas, incluido el bloqueo naval ruso, el presidente de esta dinámica empresa transmite cierta satisfacción: «Hemos conseguido no detener la investigación y el desarrollo. Incluso conseguimos hacer algunas pruebas con máquinas específicas para el mercado ucraniano». Ahora se aguarda, y se espera, que la guerra termine.

 

Fonte: Roberto Bongiorni, “Il Sole 24 Ore”