Un mes después de la muerte del ex Presidente Giorgio Napolitano publicamos un artículo que nos envió José Goni, ex Embajador de Chile en Roma

 

(Las opiniones vertidas son personales)

Giorgio Napolitano ha sido una persona que ha sintetizado las bondades del ser humano: estudioso, reflexivo, inteligente, amable, modesto, honorable. En la Universidad Federico II de Nápoles estudió derecho y fue miembro de la resistencia antifascista hasta la caída de Estado Social en 1945. Se tituló de abogado en 1947, a los 22 años, ya miembro del partido comunista italiano. Fue un servidor público desde muy temprana edad, desempeñándose toda su vida profesional en tareas vinculadas a su quehacer político. Fue un homus politicus (zoon politikon, como lo llama Aristóteles) en plenitud, y siempre de una infinita sinceridad y honesta dedicación. Giorgio Napolitano fue diputado (1953-63 y 1968-96) y presidente de la Cámara de Diputados (1992-94); ministro del Interior (1996-98); parlamentario europeo (1989-92 y 1999-2004); senador vitalicio (2005-06 y 2025-23). Presidente de la República entre 2006 y 2015.

Italia y Chile estuvieron en el foco de la Guerra Fría que envolvió al mundo desde los años 1940. Curiosamente, este complejo proceso facilitó que italianos y chilenos se conocieran, se acercaran y trabaran profundas amistades.

Justamente por la Guerra Fría, Pablo Neruda debió huir al exilio en 1949 y en diciembre de 1951 buscó instalarse en Italia donde, habiendo ya publicado su obra cumbre, “Canto General”, vivirá algunas de las mayores aventuras en su vida, junto con consolidar su amor hacia su futura tercera esposa, Matilde Urrutia.

En enero de 1952 el poeta se encontraba en Nápoles cuando fue detenido por la policía italiana, por una orden de arresto y expulsión por sus actividades políticas, la que estaba pendiente desde el año anterior. “La policía llegó al hotel, no muy temprano, ya que en Nápoles nadie trabaja temprano, ni la policía[1], nos contó el poeta. Ese arresto hizo pública su presencia en Italia y generó una tremenda respuesta de solidaridad y afecto del mundo político y cultural, que se opuso con mucho ímpetu y decisión a esa medida. Giorgio Napolitano, entonces de 27 años, fue uno de los que solidarizó con este inaceptable intento de ultrajar y expulsar a la Poesía del país de Dante, Petrarca, D´Annuncio, Montale, Leopardi, Quasimodo. El propio Neruda lo expresó así: “Italia dio forma, sonido, gracia y arrebato a la poesía de Europa[2]. Era, simplemente, una infame agresión a las más profundas raíces de una cultura milenaria. La Estación Termini de Roma, lugar de llegada del tren con el poeta detenido y de su próxima partida hacia su expulsión por el norte italiano, fue un verdadero campo de batalla en que la política y la cultura rescataban a Neruda, quien recordó ese evento en “Las uvas y el viento”: “Cómo olvidar el gesto guerrillero/ de Guttuso y el rostro de Guiliano,/ la ola de la ira, el golpe en las narices/ de los sabuesos, cómo olvidar a Mario,/ de quien en el exilio/ aprendí a amar la libertad de Italia,/ y ahora iracunda su cabeza blanca/ divisé confundiéndose/ en el mar agitado/ de mis amigos y de mis enemigos?/ No olvidaré el pequeño paraguas de Elsa Morante/ cayendo sobre el pecho policial/ como un pétalo de una fuerza florida./ /Y así, en Italia/ por voluntad del pueblo,/ peso de poesía,/ firmeza solidaria,/ acción de la ternura,/ se quedó mi destino[3]. La indignación, el reproche y el agravio italiano fueron tan inmenso que obligó a suspender la medida de expulsión del poeta, recordándole a la autoridad que siempre “la tierra de Italia guarda las voces de sus antiguos poetas en sus purísimas entrañas[4].

El joven abogado lo encontró en Nápoles y allí fue parte de la cofradía de sus amigos y cómplices, como Elsa Morante, Alberto Moravia, Mario Alicata, Renato Guttuso, Luchino Visconti, Salvatore Quasimodo, Carlo Levi, Palmiro Togliatti, Giuseppe Zigaina, Francesco di Martino, Pietro Ingrao, Ernesto Treccani, y otros de “esa elite político cultural que nunca más se volvería a reproducir a tan alto nivel en los años sucesivos”, como lo  describió el propio Napolitano[5].

Varios de esa elite celebraron el año nuevo de 1951-52 en casa de los Alicata en Nápoles y desde allí vivieron juntos muchas aventuras de poesía y de política, de amores y de buen vivir. Napolitano era el más joven y menos conocido en esa pléyade de intelectuales que ya trascendían a toda Italia y al mundo. Pablo y Giorgio se encontraron ese día y, a pesar de las diferencias de edad, sellaron su amistad.

En julio de 1952 se publicó en Nápoles los poemas que Neruda había escrito para su amada Matilde, a pesar de que se negaba publicarlos ya que se mantenía casado con Delia del Carril. El poeta lo describió así: “…no quise, durante mucho tiempo, que esos poemas hirieran a Delia, de quien me separaba. … Este libro, de pasión brusca y ardiente, iba a llegar como una piedra lanzada sobre su tierna estructura[6]. Finalmente, con la complicidad de sus amigos italianos, acepta que se publique una edición anónima y limitada a 44 ejemplares, todos ellos nominativos con sus mejores amistades de esos años, que no solo se juramentaron para no “delatar” la autoría del poeta, sino que también pagaron 5.000 liras cada uno para financiar la publicación. Entre ellos y, simbólicamente, como el último de los 44 suscriptores, está Giorgio Napolitano, seguramente señalando que era el más joven y el más reciente de los amigos del autor. Así nacieron “Los versos del capitán” y una amistad de por vida de ese grupo tan particular de intelectuales.

Napolitano, refiriéndose a estos hechos, nos señaló: “Si se piensa, no se encuentra fácilmente un ejemplo similar de homenaje colectivo a las razones de la poesía y de la libertad de un poeta. De un gran poeta en cuyos versos se entrelazan íntimamente un intenso sentimiento de amor y una indómita pasión política, más auténtica que los dudosos mitos de aquella época[7].

Los mitos a los que se refiere el ex presidente se fueron desvaneciendo, uno a uno, en una nebulosa de engaños y desilusiones a medida que pasaba el tiempo y que lo llevaron a romper con el proyecto comunista que fracasaba en los llamados “socialismos reales” y junto a Giorgio Amendola y Gerardo Chiaromonte, y otros, acompañar a Enrico Berlinguer en el proceso de evolución del partido comunista italiano, dando inicio al entonces llamado Eurocomunismo. El golpe de estado en Chile fue fundamental para la reflexión e inspiración de estos procesos en Italia y otros países europeos, haciéndoles concluir que las mayorías sociales y políticas eran imprescindibles para impulsar reformas en la sociedad democrática. Napolitano fue un político constructor de puentes y senderos entre unos y otros, evitando las dualidades confrontacionales en la sociedad. Era de los que pensaba que la Democracia era para y debía generar acuerdos entre las partes; que tenía un valor permanente para la sociedad y no puramente “táctico”.

Conocí al entonces diputado al Parlamento Europeo en el año dos mil. Nuestros temas de conversaciones eran muy diversos y versaban de sus recuerdos de Neruda, la cultura y la política, la Guerra Fría, la integración europea, Chile.

Durante mucho tiempo quiso venir a conocer Chile, proyecto que debió posponer por sus múltiples labores y responsabilidades. Finalmente, en marzo de 2008, viajó a nuestro país como Presidente de la República en una visita de Estado, siendo recibido por la Presidenta Michelle Bachelet. En esa ocasión solicitó expresamente visitar la casa de Pablo Neruda en Isla Negra, donde homenajeó a sus antiguos amigos Pablo y Matilde, en su reposo final.

José Goñi

Ex Embajador de Chile en Italia

[1] Pablo Neruda, “Confieso que he vivido”, en “Obras Completas” tomo V, pág 633, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2002

[2] Pablo Neruda, Idem, pág 711.

[3] Pablo Neruda, “Obras completas” Tomo I, pág 1010.

[4] Pablo Neruda, “Obras Completas”. Tomo V, pág 711.

[5] Giorgio Napolitano en “El fuego de la Amistad”. Editores J. Goñi, P. Rivadeneira, T. Cirilo, L´Arte Tipografica, Nápoles, 2005, pág 140. Edición bilingüe.

[6] Pablo Neruda, “0bras Completas”, tomo v, pág 637.

[7]Giorgio Napolitano, ídem, pág 140-141)