Pocos saben que Lietta Pirandello, hija segunda del Premio Nobel italiano Luigi Pirandello, tuvo una relación muy estrecha con Chile. Esta historia italiana, probablemente ignorada por la mayoría, se está afortunadamente dando a conocer también gracias al ensayo del profesor Fabio Rosa, Lietta e Luigi Pirandello nel paese dei fantasmi”, publicado durante el pasado mes de julio por la Collana Labirinti de la Universidad de Trento.

Se trata de una historia fascinante, donde se cruzan elementos que son partes importantes de la historia literaria (y no solamente) italiana y chilena: primero el apellido “Pirandello”, con toda la carga emotiva y cultural que conlleva; segundo la Ville de Roses, es decir la hermosa casona que es hoy en día la Embajada de Italia; y tercero una esotérica historia chilena que justamente en esa casona tuvo lugar y que será la base creativa para la famosa novela La casa de los espíritus de Isabel Allende.

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Pero hay que ir con orden. ¿Qué es lo que ha unido en un principio el apellido Pirandello con Chile?

La historia del vínculo de Lietta Pirandello con el país andino empieza con el matrimonio de la joven italiana con un militar chileno en servicio en la Embajada chilena en Roma. Es el año 1922, y como consecuencia de la relación amorosa, Lietta abandona Italia y al padre para mudarse a las faldas de los Andes con su esposo. Es una decisión drástica para la época, una elección que Luigi Pirandello parece haber sufrido muchísimo según testimonia la correspondencia epistolar que mantuvo con Lietta pese a la distancia.

Además la primera experiencia de Lietta en Chile – desde 1922 hasta 1925 – fue, como cuenta ella misma en sus cartas, un fracaso. De hecho escribe a su padre y a su madre que se ha acostumbrado a “vivir en casa como una monja”, para ocuparse solo del hijo. También subraya con tristeza como en Talca – donde el marido había sido transferido – no encuentra ninguna posibilidad de entablar amistades.

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En esta condición de general infelicidad, la familia de Lietta vuelve repentinamente a Italia en 1925 para intentar brindar al primer hijo del matrimonio – Manolo – las curas necesarias para una grave enfermad que padecía desde el nacimiento y por la cual, sin embargo, fallecería.

Es a raíz de esta tragedia que Lietta y su marido deciden regresar por segunda vez a Chile a finales de los años Veinte. Pero esta vez se instalan en Santiago, en una villa de propiedad del esposo en la Calle Miguel Claro. Para Lietta es como respirar un aire completamente nuevo, gozando el vivir en la capital y sobre todo de un entorno tan dinámico culturalmente. Es una condición que parece devolverle cierta felicidad, en particular porque el ambiente intelectual santiaguino le permite encontrar amigas y finalmente generar un círculo social satisfactorio.

Es ahora cuando la historia de Lietta Pirandello se hace aún más interesante: en lo círculos culturales que frecuenta, entre tantos personajes cautivadores, se vuelve particularmente cercana de la pintora chilena Maria Tupper. Será justamente ella quien la introduciría a las hermanas Morla, vecinas de Lietta y dueñas de la Ville de Roses, esplendida casona en Providencia que en 1953 se convertiría en la sede de la Embajada de Italia, adquirida por el Ministerio de Relaciones Exteriores italiano.

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Las hermanas Morla son dos figuras casi legendarias, muy famosas en el Chile de aquella época, ya que en su residencia oficiaban ritos esotéricos durante los cuales se evocaban a personajes históricos fallecidos – sobre todo artistas – para ponerse en contacto con ellos y así enriquecerse culturalmente.

Es gracias a estas figuras que la famosa escritora chilena Isabel Allende se inspira para insertar en su novela La casa de los espíritus las hermanas Mora, al igual que se inspira en la Ville de Roses – hoy Embajada de Italia en Santiago de Chile – para describir el lugar donde las dos hermanas cumplen sus rituales.

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Lietta parece participar activamente en estos círculos culturales y esotéricos, gozando de una cierta vitalidad. De hecho, también como consecuencia de la importante noticia del conseguimiento en 1934 del Premio Nobel para la literatura por parte de su padre Luigi Pirandello, su condición de destacada intelectual en Santiago se empieza a dar a conocer y a fortalecerse. Una condición, la de Lietta, en constante equilibrio entre una profunda erudición y aquella intensa espiritualidad desarrollada durante aquellos mismo años

Es interesante señalar como, en el ensayo del Profesor Rosa, hasta se vislumbra la posibilidad de que la obra del grande escritor italiano sea impregnada del mismo misticismo que caracterizó la segunda estadía de Lietta en Chile, como si esta condición mística fuese casi fisiolóogica en la obra pirandelliana como también en la sangre de los exponentes de la familia.

Y probablemente es a partir de esta nueva visión sobre el mundo, más espiritual y siempre en busca de una verdad más escondida, que la joven siente la necesidad de volver a Italia a mitad de los años Treinta para cuidar al padre durante los últimos meses de la pulmonía que lo mataría en 1936.

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Lietta esta vez no volvería más a Chile, no obstante las múltiples insistencias del marido: la ausencia del padre le dolería hasta tal punto que en los años siguiente a su fallecimiento se hará garante del traslado de su cenizas desde el Cementerio de Verano en Roma hacia su lugar de nacimiento, en la localidad denominada por sus habitantes Caos, en la ciudad de Agrigento (Sicilia).