En la actual fase en que Chile se apresta a rescribir su Constitución, puede ser interesante conocer las experiencias constitucionales de otros Países, partiendo por la Constitución italiana.

 

En la sesión del 22 de diciembre 1947, después de un año y medio de intensos trabajos preparatorios, la Asamblea constituyente aprobó la Constitución de la República italiana.

 

Desde entonces, la Constitución republicana, entrada en vigor el 1 de enero 1948, se ha convertido en nuestra Ley Fundamental que acompaña la vida de los italianos y de las italianas.

 

Los italianos amamos nuestra Constitución por muchas razones.

 

Amamos la Constitución italiana porque siempre ha representado un símbolo unificador del País, una guía, la “Biblia laica de los italianos” a la cual hacía referencia el ex Presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, una seguridad, una ancla de estabilidad en toda nuestra historia republicana.

 

Amamos la Constitución italiana porque nace de la Resistencia, aquel movimiento que al final de un periodo trágico de dictadura y guerra, luchó para el restablecimiento de la democracia y de la libertad.

 

 

Amamos la Constitución italiana por su claridad. Es un texto de apenas 139 artículos que contiene -en un ejemplar ejercicio de síntesis- los Principios fundamentales, los Derechos y Deberes de los ciudadanos y el Ordenamiento de la República.

 

Somos una República parlamentaria, en la cual el Gobierno asume la plenitud de sus funciones gracias a la confianza del Congreso (Cámara de Diputados y Senado). El Presidente de la República es el “Jefe de Estado y representa la Unidad nacional”.

 

 

Amamos la Constitución italiana por ser actual, ya que la lección de su génesis sigue siendo extraordinariamente moderna. No fue un proceso impuesto desde arriba, sino el resultado de un paciente e intenso trabajo -y no siempre fácil- trabajo de búsqueda de síntesis y de puntos de encuentro entre las principales culturas políticas italianas (la familia católica, socialista y liberal) las cuales -cada una portadora de una identidad propia -habían luchado para devolver la libertad y la democracia al País después de la tragedia de la dictadura y de la guerra mundial.

 

 

Amamos la Constitución italiana por su belleza. La Carta magna resguarda y refleja un patrimonio de valores y culturas comunes a todos los italianos y para los que aman nuestro País en el exterior. La Constitución italiana “resguarda la belleza”, elemento de identidad de Italia desde siempre (el art. 9 dicta “la República resguarda el paisaje y el patrimonio histórico y artístico de la Nación”).

 

Al mismo tiempo, la Constitución italiana se presenta al ciudadano-lector como fuente no solamente jurídica, sino que también “poética” para leerla, reabrirla y redescubrirla en su alta calidad literaria que libera en sus artículos laicos y amables.

 

 

Con estas premisas, llegó en 2006 la otorgación del Premio Strega Special dedicado justamente al “libro italiano” por excelencia: nuestra Constitución, premiada por “la claridad y actualidad de los principios que enuncia” en honor a todos los que contribuyeron “a tejer la trama civil y democrática de Italia renacida a la libertad”.

 

 

Como recordado en esa misma ocasión literaria por el lingüista y académico Tullio De Mauro, “nuestra República, a pesar de la inestabilidad, crisis, incertidumbres políticas y jurídicas, permanece solida en sus estructuras e instituciones gracias a una Constitución que fue pensada para la Italia del futuro y no solamente para solucionar los problemas dejados por el fascismo y para equipar un Estado naciente sobre nuevos principios y en una proyección europea”.

 

Amamos la Constitución italiana porque, en el fondo, dentro de nuestra Constitución hay una Italia entera: la grandeza, la visión a largo plazo de nuestros Padres constituyentes, nuestra historia unitaria, las esperanza y las aspiraciones que cada día Instituciones y ciudadanos están llamado a construir y realizar juntos. Un fuerte impulso de valores que sigue inspirando nuestro futuro de ciudadanos en Patria y en el mundo.