Hoy, 27 de octubre, Roberto Benigni cumple 70 años. El comediante, actor, director, guionista, nació artísticamente como provocador y rebelde y con su impetuosidad gestual y verbal ha tenido éxito primero en el teatro, luego en la televisión y en el cine, con películas premiadas por los jurados nacionales e internacionales y la taquilla.
Nacido en una familia de campesinos, es el último de los cuatro hijos de Luigi e Isolina, en Manciano La Misericordia, un pueblo en la provincia de Arezzo, en Toscana. Su vida del niño y adolescente transcurrió en una sola calle, al final de la cual estaba la pequeña casa que compartía con sus padres y su hermana; en el centro estaba la Casa del Popolo, donde trabajaba como camarero voluntario.
Su debut fue en 1971 en el Metastasio de Prato como cantante y músico en «Il re nudo» (El rey desnudo) dirigido por Paolo Magelli. El monólogo Cioni Mario, escrito para él por Giuseppe Bertolucci, es de 1975 y pronto fue el espectáculo estrella del Teatro Alberico, un referente de la escena off romana. Parte de esa experiencia desembocó en el programa de televisión Onda Libera, ambientado en un establo, con paja y vacas, que al principio iba a llamarse Televacca; era una televisión subversiva, revolucionaria, que naturalmente se encontró con la aversión de la crítica.
Con la complicidad de su amigo Bertolucci, escribió “Non ci resta che piangere” (1984) para él y Massimo Troisi, un paseo por el tiempo en la película casi milésima que batió todos los récords de taquilla. Luego huyó de su éxito y aterrizó en Estados Unidos para ser dirigido por su amigo Jim Jarmush, con quien firmó “Daunbailò” en 1986, al que siguieron dos trabajos más en cinco años. Aceptó medirse con el mito de Peter Sellers en «El hijo de la pantera rosa» (1993) y volvió a su tierra como actor y director de culto.
En 1988, comenzó su asociación con Vincenzo Cerami, al que se unió Nicoletta Braschi, fundadora con Roberto de la productora Melampo y su futura esposa. Los tres irían de éxito en éxito con “Il piccolo diavolo” (El diablillo), “Johnny Stecchino”, “Il mostro” (El monstruo) y el éxito definitivo de “La vita è bella” (La vida es bella), que le valió el Oscar a la mejor película extranjera en 1999, y a Roberto el de mejor actor protagonista.
En 2001 comenzó a trabajar en “Pinocho”, anunciada en otoño de 2000 y estrenada en los cines italianos el 11 de octubre de 2002, para la que firmó la dirección, el guión (con Cerami) y la producción. Luego siguió “La tigre e la neve” (El tigre y la nieve), y antes, con Fellini y Paolo Villaggio, “La voce della luna” (1990).
Los últimos diez años, para Benigni, han sido aquellos en los que ha narrado a Dante y la Divina Comedia, recitándola, comentándola, en las universidades, en las plazas públicas y finalmente en la televisión. No sólo eso, ha contado la historia de la Unificación de Italia y ha dedicado un espectáculo a la Constitución italiana. De lo revolucionario a lo institucional, un camino quizás impensable. Pero al fin y al cabo, desde Televacca hasta la Divina Comedia, nunca ha perdido el olor a campo toscano que le distingue. En 2021, recibió el León de Oro a la Trayectoria en la 78ª edición del Festival de Venecia.